¿Por qué corres tanto? ¿Hacia a donde vas?
Era consciente cada vez más que corría demasiado. Pero el momento vivido, la cuarentena, el separarme de los míos, COVID +, me ha hecho parar en seco, me ha obligado a estar más tiempo conmigo mismo, a solas, y bendita obligación.
Cuando nos privan de privilegios es cuando más lo echas de menos. No hablo de salir a la calle, voy más allá. Cuando no puedes dar un abrazo a tus hijos cuando llegas del trabajo, cuando no puedes verlos, cuando faltas el día de su 4º cumpleaños. El sentimiento de tristeza aparece sin remedio, pero no llevó y no me lleva a ningún sitio. Todo lo contrario, me siento agradecido de todo lo que tengo, agradecido de todo lo que he conseguido, de la gente que me rodea, de la vida que podemos disfrutar. Agradecido de simplemente poder estar escribiendo estas palabras.
En este tipo de situaciones hay dos formas de tomarse todo, desde la queja al gobierno y queja a la situación, a pensar que es una injusticia, no estoy con los míos, tengo el bicho, miedo a lo que puede pasar…. O por otro lado pensar que lo que te pasa en la vida es lo mejor que te puede pasar. Cuando lo enfocas todo desde ese punto de vista, es decir, cuando aceptas lo que pasa, empiezas a ser tu mismo porque no te preocupas en como darle la vuelta a todo, no gastas energía en vano, te centras en ti y en lo que quieres en realidad, lo que te mueve. Hablo desde mi pequeña parcela, hablo de mi situación, de lo que yo he vivido, cada uno juega con sus cartas.
Cuando vives desde el agradecimiento y la aceptación, en ese momento es cuando estás en paz contigo mismo, y desde hace muchos años estoy en busca de eso, estar en paz conmigo.
Toda mi vida moviéndome rápidamente, disfrutando poco el camino porque en mi mente solo era capaz de ver la llegada, ahora me pregunto, ¿sirve de algo?. Es evidente que no, porque la meta puede llegar antes o después, pero al llegar, cuando estás a punto de alcanzarla volvemos a pensar en otra llegada, cada vez más multitudinaria, y empezamos otra vez de cero, volvemos al punto de partida. ¿ahora cual es tu meta? Lo sepas o no, vive el ahora, el presente, disfruta todo lo que puedas del camino, en esta situación, con esta sensación, la meta no tiene tanta importancia, porque tú ya estas disfrutando. Trabaja día a día por lo que estas provocando sin mirar el objetivo final, de esa manera llegarás a él habiendo sembrado lo que realmente eres, siendo fiel a ti mismo. La vida pasa rápido, detente, disfruta del ahora.
En algunos estudios le preguntan a pacientes de que se arrepienten en su lecho de muerte, y la respuesta más común es a no haber sido fieles a si mismos, a no haber actuado más, el haberse dejado llevar por lo que marca todo lo que nos rodea. El gran error de vivir para y desde el exterior cuando todo lo tenemos nosotros desde el inicio, tenemos las mejores cartas, una mano buenísima, pero nos dedicamos a intentar mirar las cartas de nuestro alrededor.
La decisión de cómo mirar la vida la tenemos nosotros, no está influida por el exterior. Nosotros elegimos en que enfocar nuestra mente, así que a trabajar más en uno mismo que la vida pasa, y muy rápido.
Doy las gracias a mis verdaderos maestros, mis hijos, Javi y María, ellos me enseñan que tengo que volver a ser niño para encontrar lo que soy en realidad.
Para terminar estas reflexiones “cuarenteniles” pongo parte de una película, juegos de honor (Coach Carter):
Nuestro mayor miedo no es que no encajemos.
Nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada.
Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta.
Empequeñecerse no ayuda al mundo. No hay nada inteligente en encogerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor. Todos deberíamos brillar como hacen los niños. No es cosa de unos pocos sino de todos. Y al dejar brillar nuestra propia luz inconscientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo nuestra presencia libera automáticamente a otros.»
Photo de Kelly Sikkema